Por Fabiana Scherer
fscherer@lanacion.com.ar
Más datos: www.tandil.gov.ar
A 370 kilómetros del cemento de la ciudad se alzan las sierras tandilenses.
La tierra de los sabrosos quesos y fiambres se consolidó como un destino atemporal de que no deja de crecer
TANDIL.- Corría 1979 cuando Marina Carmen Isabel Grau Martínez y su marido, Ricardo, arquitecto urbanista, tomaron la gran decisión de su vida: dejar la ciudad de Córdoba, donde habían vivido hasta entonces, y marchar con todas las ilusiones mirando al Sur, aunque también en las sierras.
Y así fue como llegaron aquí, a Tandil. "Pensamos en establecernos en un lugar y trabajar en el rubro hotelero. Esta parecía una ciudad ideal, cerca de Buenos Aires, con 100 mil habitantes y una fuerte proyección de crecimiento. Por eso la elegimos."
El matrimonio se instaló y puso en marcha su establecimiento, el Hostal de la Sierra del Tandil. Pero en el camino la vida les deparó una mala sorpresa: la partida de Ricardo. Una partida para siempre.
"Hace 30 años que estoy acá -dice Marina, la mirada profunda y serena de la tarea cumplida-, casi la mitad de ese tiempo sin él. Pero he seguido al frente de este lugar, de esta gran casa, que él mismo construyó y que fue nuestro sueño."
La gente de Tandil está orgullosa de su ciudad, ya sea por origen o adopción. "Somos un destino atemporal -dice Luis Cerone, al frente del complejo recreativo y gastronómico del cerro Centinela-. Tandil sabe cómo atraer a los turistas más disímiles. Están quienes buscan tranquilidad, los que se fascinan por los deportes, los que gustan de la gastronomía y los que se dejan seducir por el tradicional Monte Calvario y la Piedra Movediza."
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