Por Mariano Fresco
marianofresco@cuisine.com.ar
30 de enero de 2009
CUISINE&VINS recorrió las bodegas uruguayas más tradicionales.
Las familias Pisano y Pizzorno ofrecen sus productos con marcada influencia oceánica.
Uruguay es tierra privilegiada, con sus costas sobre el Río de la Plata y con salida al océano Atlántico.
Fértil y con un potencial enorme, la cuna del caudillo José Gervasio de Artigas fue pretendida, desde la época colonial, por las potencias hegemónicas de aquel entonces: España, Portugal, Inglaterra y Holanda.
Además de su ubicación estratégica, entre la Argentina y Brasil, una de sus mayores riquezas ha sido y es la viticultura.
Entre microclimas especiales y terruños calcáreos, pequeños productores de mano de obra familiar y capital autogestionado le dieron perfil europeo, con pequeñas parcelas (no mayores a 10 hectáreas), que brindan vinos de gran originalidad y personalidad.
El diferencial radica en la influencia del océano.
El viento fresco nocturno, que viene del mar, trae consigo marcadas oscilaciones de la temperatura entre el día y la noche, lo que incide con fuerza en la complejidad de aromas de la uva, dando vinos frutados, largos y estructurados.
La corriente fría de Las Malvinas refresca la costa y las masas de aire polar originadas en el océano Pacífico, producen vientos que barren el sur del territorio uruguayo con su baja temperatura y escasa humedad.
Estas condiciones climáticas, favorecen el cultivo de diversas variedades entre las que sobresale la Tannat.
Introducida en 1870 por inmigrantes vascos, hoy se convirtió en emblema nacional.
Se trata de una uva exótica, originaria de Francia, que da vinos ricos, vigorosos, coloridos, seductores, con taninos suaves pero muy presentes y buen potencial de guarda.
Es la compañía ideal para el asado criollo de carne vacuna grillada a cielo abierto con brasa de madera de monte salvaje, gritan, a viva voz, del otro lado del Plata.
Para empaparse más sobre las características y potencialidades de los vinos uruguayos, llegamos hasta Canelón Chico y Progreso para empaparnos del corazón de las bodegas Pisano y Pizzorno. Dos de los mejores exponentes que obtuvieron reconocimientos y galardones en todo el mundo.
Familia Pisano
Más de tres siglos de tradición vinícola en Liguria, Italia, sustentan a la familia Pisano en la tarea de elaborar, de manera artesanal, vinos finos de alta calidad. En Uruguay, la historia comenzó a escribirse a principios de 1870, con el desembarco de Francesco Pisano en tierras charrúas. Pocos años después, en 1914, arribó don Cesare Secundino Pisano, para instalarse en la zona rural de Progreso (departamento de Canelones) donde plantó los viñedos originales.
Después de diferentes tareas de investigación, la vendimia de 1924 le permitió hacer su primer vino con un marcado sello italiano.
Allí comenzó todo y hoy podemos decir, con orgullo, que lideramos una de las bodegas más reconocidas del Uruguay, que produce artesanalmente sólo 380 mil botellas por año, premiadas en concursos nacionales e internacionales bajo el patrocinio de OIV.
(continúa)
Cuisine&Vins
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